lunes, 22 de junio de 2009

Invitado especial: Eter. La cultura de lo visual

He aquí otro invitado que escribe para mi blog. Con todos ustedes, Eter, de La torre del nigromante, con unas interesantes reflexiones sobre el séptimo arte.



La cultura de lo visual

A lo largo de la historia la narrativa siempre ha estado en constante evolución. Este artículo está enfocado principalmente al mundo del cine, pero esta es una característica que vemos en otros medios como la música, el teatro o la misma literatura. Cada cierto periodo tiempo surgen obras que, por el éxito que cosechan o por aportar nuevas ideas narrativas, sirven de inspiración o son sencillamente copiadas por sus sucesoras. No es algo criticable, un autor puede haber creado una historia, pero esta y la forma de narrarla que use sin duda estarán condicionadas por aquellas obras que le hayan marcado durante su vida.

Este fenómeno está mucho más marcado en la época actual, donde la globalización hace que tengamos acceso a millares de obras. Donde los beneficios que puede acarrear una película exitosa son brutales, pero donde estos mismos acarrean un coste y unos riesgos nada desdeñables. El cine al que ahora nos enfrentamos ha dejado atrás esa pequeña “época plateada” que fueron los setenta de Coppola, Spielberg, Scorsesse, de Palma y Lucas para dar paso a una generación de directores salidos de los videoclips de la MTV; directores para los cuales la imagen esta muy por encima de la historia, algo que por desgracia esta demasiado bien visto por los productores que financian las películas. Naturalmente hay excepciones que confirman la regla y podemos ver como de estos entornos “menos académicos” han salido auténticos referentes del cine actual como David Fincher o ese maestro de la puesta en escena que es el mismísimo Ridley Scott, pero lo normal es encontrarnos ante directores meramente funcionales que creen que una explosión vende más que una buena frase.


Los primeros blockbuster lo fueron por calidad, no por presupuesto


En los tiempos de crisis en los que nos encontramos podríamos usar un símil de “burbuja de FX”. Para comprenderlo sería conveniente echar la vista atrás, hasta los años 40. Los años 40 siempre han sido considerados como la época dorada del cine. Particularmente no es mi década favorita, pero es obvio que se hicieron grandes películas y que el cine supo pasar de la imagen muda a la imagen sonora. Pero tras esta década el mundo del cine se vio conmocionado por dos fenómenos a los que llamó Televisión y Technicolor. La primera era una amenaza mucho más grande que la radio, era el cine en casa, un método para ver películas –y noticiarios y concursos- sin tener que afrontar el ritual casi social que por aquellos años era el cine. La segunda fue el arma que los estudios esgrimieron contra aquella amenaza. El cine más espectacular que nunca, en color, en gran pantalla. Fue la época dorada del peplum. Lo que importaba era hacer siempre la película más grande y más espectacular, e incluso se añadían referencias religiosas a fin de llevar a los fieles a las salas. Al final ese modelo estalló, los presupuestos se disparaban para mostrar los decorados más impresionantes que se podían ver, y esto ocasionaba que las películas fueran demasiado costosas como para que pudieran ser arriesgadas. Cualquier elemento original era inmediatamente copiado y exagerado hasta donde el presupuesto permitiera. Pero la espectacularidad tenía un precio, y ese era la originalidad.


La megalomanía de Bronston: grandiosos escenarios, grandiosas historias y grandiosos casting


Hemos vuelto a esos tiempos. Ahora la amenaza se llama Internet, y es una amenaza tan grande que dudo que el cine 3D pueda siquiera hacer algo. Nos encontramos en una sociedad dominada por la información y precipitada hacia una espiral de globalización infrenable. Hollywood, como siempre, como cualquier gigante instaurado en una posición cómoda, responderá a esta nueva sociedad con retraso. Anquilosada en una forma de negocio anticuada, tratará de perpetuar el modelo en el que ahora mismo se siente tan cómoda. Vemos como trata siempre de mostrar el producto más y más espectacular. Esto siempre se ha hecho, pero ahora es cada vez más peligroso. Como los decorados que recreaban Roma, los FX son cada vez más caros, y una producción cara implica que no puede fracasar en taquilla… y eso conlleva un gasto superior en efectos especiales para que la película sea lo más espectacular posible y, por supuesto, no parezca desfasada. Y con tanto dinero en juego el director no puede seguir el libreto original del guionista y plasmar el final oscuro que era consecuencia lógica de todo lo que nos había mostrado antes, tiene que optar por un final relativamente alegre (y si puede, dejar algún cabo abierto para una hipotética segunda parte). Por desgracia, lo peor no es que la enésima película de efectos no tenga argumento, lo peor es que al ser tan cara ha de ser rentable, y eso se consigue con publicidad, la publicidad es más importante aún que el guión, las estrellas (la publicidad es la que verdaderamente las fabrica) o los cacareados efectos especiales. El cine es un negocio, lo importante no es hacer un producto, es conseguir venderlo; y si se consigue vender poco importa si es bueno o malo. La manera más fácil de vender un producto es anunciarlo, saturar al posible espectador con información sobre él, y esto consigue no sólo que la película sea vista si no que sea expuesta. Si una película se encuentra en unos multicines y ha sido publicitada, será vista por una gran cantidad de público que no pretende otra cosa que pasar el tiempo durante dos horas. Esta prostitución del séptimo arte no puede ser verdaderamente criticable, es un intercambio perfectamente acordado: placebo artístico a cambio de dinero. Si alguién quiere ver una película escatológica e histriónica -pero, por supuesto, con moraleja y final feliz- protagonizada por la última estrella del "Saturday night live", yo no puedo decir nada contra ella, que la disfrute. Sin embargo, esto ocasiona un daño colateral al público verdaderamente cinéfilo. Una película normal no puede competir en publicidad con ninguna que salga del ámbito de Hollywood, será por tanto una película muy desconocida en general, y esto motivará que los exhibidores prefieran ocupar la sala en la que la pondrían con la cuarta copia de sus multicines de la tercera entrega de "Los vengadores vs La liga de la Justicia 3: el retorno del apocalipsis".


Por muy buena que sea, una película no puede competir de igual a igual en taquilla con otra que gasta 10 veces más en publicidad


Y en este mundo actual, donde la información lo es todo, la publicidad es más importante que nunca. No es necesario hacer una buena película, sólo hay que tener una idea que se pueda vender atractivamente en un trailer , un título que por rentas pasadas atraiga a espectadores o un actor taquillero; una vez se consiga uno de estos elementos sólo hay que exprimirlo hasta lo imposible y un poco más. Ejemplos tenemos demasiados como para contarlos. Actualmente Hollywood parece que sólo sabe hacer películas de superhéroes o remakes de series antiguas y películas no tan antiguas. A falta de guión se juega con la nostalgia del posible espectador y se apuesta sobre valores seguros. Así todos recordamos la oleada de películas de fantasía de dudosa calidad que sucedieron al éxito de “El señor de los anillos”, “Harry Potter” y, en menor medida, “Gladiator” y “Braveheart”. El éxito de “Scream” relanzó el género del terror adolescente, que luego con “Saw” directamente se enfocó hacia el gore. “High School Musical” y “Hannah Montana” directamente son episodios de sus respectivas series alargadas y, habiendo existido una película de “Los Simpsons” o “Sexo en Nueva York” es cuestión de tiempo que nos llegue una de “Friends” u otra de “Expediente X”. Por supuesto, un caso aparte son todos esos actores que se dedican a repetir una y otra vez un papel de bufón o uno de drama barato como un Martin Lawrence, un Steve Martin o la inmensa mayoría de los actorzuchos que no han cumplido 30 años y que podemos decir que son estrellas porque simplemente son fotogénicos.


El negocio del Hollywood actual: Adaptar un éxito de otro medio con público fíel a una franquicia cinematográfica


El porvenir del cine actual es muy oscuro. Las películas se enfocan hacia un público claramente infantil y adolescente que exige “no pensar” durante las dos horas de proyección. Naturalmente, ocasionalmente se escapa alguna que otra obra maestra y dentro de 20 años serán estas las que recordemos y las que nos hagan pensar que esta fue una buena época, pero cada vez veo más próximo una explosión de esta burbuja de efectos y guiones fáciles en la que nos encontramos. Ver la batalla de los campos de Pelennor no es espectacular y emocionante porque haya millones y millones de orcos, lo es por la misma razón que sigue siendo igual de épico ver a Kanbei y seis samuráis más defender un pequeño pueblo de los bandidos medio siglo después de que se rodara “Los siete samuráis”. Como dice el tópico, el mejor efecto especial siempre es el guión.


Por suerte siempre hay una luz al final del túnel


4 comentarios:

Battosai dijo...

Ya se sabe cómo son estas cosas. Hay todos los años decenas de películas asiáticas y unas cuantas europeas y sudamericanas que le dan mil vueltas a las de EEUU y aquí no llegan o, en el mejor de los casos, llegan tarde y pasan desapercibidas.

eter dijo...

De vez en cuando hay pequeños milagros, como que al final se distribuyera medianamente bien "Dejame entrar". Pero bueno, no deja de ser consumismo puro y duro, seguro que ahora, con el éxito de "Slumdog" nos llegan hasta películas indias (protagonizadas por esos actores, por supuesto, en este aspecto la calidad no es importante). No es malo, quizás tengamos suerte y pase como con "El hijo de la novia" y la avalancha de títulos de Darin que nos llegaron. Pero no soy optimista.
Este verano, solo con Transformers y Harry Potter vamos a tener muchas salas ocupadas.

Bambú dijo...

Me parece un artículo interesante del cual opino básicamente lo mismo.

Últimamente ya ni siquiera voy al cine porque paso de gastarme dinero en ver una película comercial que no me va a aportar nada. Para eso me quedo en casa viendo cine de los 80´s y 90´s, ya que todavía tengo muchas obras maestras y clásicos que ver.

Estoy de acuerdo en que la promoción juega un papel fundamental en la recaudación y éxito de una película. Aunque tampoco hay que olvidarse de la buena reputación que consiguen las películas al ser premiadas por ciertos Festivales de cine. Y ya no solo me refiero a los archiconocidos Oscars, sino de otros como Cannes, Sitges, etc... Los cuales han catapultado muy buenas películas que en cuanto materia publicitaria han permanecido en la sombra. Gracias a esos pequeños sellos distintivos he visto películas que me gustaron mucho y que pasaron desapercibidas como por ejemplo Donnie Darko.




la buena reputación que las películas estánque ser premiada por festivales de cine también

Uli dijo...

Magnífico artículo. Es cierto ver como los grandes presupuestos han denigrado el actual cine norteamericano a límites nunca vistos, al preferenciar ante todo el éxito de la inversión económica y el beneficio a cualquier otro interés artístico. Tendrian que probar el "método" hongkones que tanto éxito les dió a los cantoneses en los 80: presupuesto bajo mínimos, cuatro dias de rodaje, y pa fuera lo que saliera. Seguro que la cosa mejoraría, que a peor ya no les puede ir ^^
También me gustó la reflexión sobre la actual fabricación en extrellas de actores sin mérito ni curriculum. Algo similar está pasando en esta última década en el cine japonés, con la inundación de sus carteleras de artistas famosos procedentes de otros ámbitos y, por consecuencia, el exilio de grandes actores al mundo de la televisión.

Un saludo